No a la mutilación genital femenina

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Hoy se celebra el Día Internacional de Tolerancia Cero con la
Mutilación Genital Femenina.

Supone una barbarie y una forma inhumana de despojar a las mujeres de una parte de su cuerpo, de su dignidad, de su placer y de su sexualidad.

Os lo ilustro con una explícita pintura del genial Thomas Saliot

Pintura de Thomas Saliot

Y, si puedes, pasa por aquí para saber más sobre esta práctica denigrante y abusiva: Naciones Unidas

Todas y todos, tenemos mucho que decir en esto.

Bonita reseña de TRAS LA ESTELA DE EROS

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Hola, amigos, varios blogs han reseñado mi libro TRAS LA ESTELA DE EROS, ya sabéis, mis relatos para palpitar, de esos que últimamente hago tanta promoción (me perdonáis, por fa). Sin embargo, hay una reseña que se ha hecho con un cuidado especial y me ha emocionado mucho. Es la de Mari Lola López:

Casi todos los relatos tienen encuentros sexuales, algunos son más fuertes y otros más suaves. Unos utilizan palabras delicadas y otras palabras más lúbricas. También tenemos situaciones entrañables, donde la magia se apodera de nosotros. Es la esencia del libro además de la versatilidad de la escritora para hacerlos totalmente diferentes y originales, tocando varias historias que nos puede pasar a cualquiera. Desde perder la virginidad a hacer una locura por “amor”.

¿Cómo no me voy a emocionar con estas palabras de una devoralibros? Ains. Pero hay más:

Es un libro que se lee en menos de lo que canta un gallo, totalmente entendible que te hace pasar un rato encantador, con una escritura que te envuelve y te revuelve. Que te atrapa a un mundo donde el sexo es lo más atrayente del mundo. En definitiva un libro que te hace palpitar.

Os dejo el enlace por si queréis ver al completo lo que una gran lectora opina:

http://libroshistoriasyyo.blogspot.com.es/2014/10/tras-la-estela-de-eros-marietta-muunlaw.html?showComment=1414674016771#c6716473586528578200

Y si te apetece leer el libro pasa por aquí: https://mariettamuunlaw.com/comprame/

La reina

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Relato de RGiskard

Se aproximó al hombre con una lujuria contenida desde hacía tiempo. Era su primera vez y él se encontraba como había solicitado: atado y sin posibilidad de usar las manos, para que fuese ella la que pudiese tener el control en todo momento.

Pintura de Guillermo Lorca

Comenzó lamiendo su cuerpo, observando como él cerraba los ojos mientras su lengua le recorría despacio y la saliva iba dejando un reguero a medida que se aproximaba a la entrepierna del macho, que ya se encontraba caliente fruto del trabajo que sus extremidades realizaban al mismo tiempo.

Sintió un brote de satisfacción y orgullo, cuando él no pudo evitar emitir un gemido al sentir el miembro atrapado por su boca. Sabía que lo estaba haciendo bien, pese a que le habían dicho que la primera vez era difícil conseguirlo.

Guillermo Lorca

Comenzó una serie de movimientos envolventes con la lengua y los labios, destinados a incrementar el priapismo de su presa, al tiempo que, tal y como le habían explicado, jugueteaba con el ano del muchacho provocando en este una erección más firme e intensa.

Por fin, cuando se dio cuenta de que le faltaba poco para perder el control, se montó sobre él. De un certero golpe introdujo la polla en su interior y la aprisionó entre sus paredes, comenzando una danza circular que llenó la estancia de placer y vicio.

Él la miraba asombrado, y una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, haciendo de contrapunto a los jadeos que emitía. Con la lengua lamió la gota antes de que resbalase fuera de la piel. El sabor salado la excitó aún más.

Susurró palabras de calma y placer, mientras comenzaba a rodear su cuello. Era un truco que no todas conocían, pero que como alumna aventajada había aprendido. La falta de oxígeno provocaría un aumento de la erección y, esperaba, una mayor descarga.

Sintió la pre eyaculación calentando su interior, y se movió con más intensidad pero menos control. Estaba cerca del momento y quería disfrutar por completo de las sensaciones de esa verga pétrea, poseyéndola de una manera que nunca hubiese imaginado; del vigor de la potencia viril; y de esa excitación que produce el sentirse completamente invadida.

Guillermo Lorca

Apretó más el cuello, centrándose en su nuca y buscando el cerebelo. La ausencia de aire en los pulmones hizo que su amante la penetrase con más intensidad y violencia. Sus caderas la golpeaban sin control y sentía sus testículos, repletos del preciado líquido, chocando contra ella.

Por fin el momento llegó. La eyaculación se desbordó y la lleno por completo. Había escogido bien para ser su primera vez. Aquel era un macho joven y su potencia había justificado la elección.

Observó su agitada respiración que se intercalaba sin parar con numerosas toses, y sin darle tiempo a reaccionar arrancó su cabeza y la devoró. Le habían dicho que el cerebro del ser humano era delicioso y pudo comprobar la certeza de la afirmación.

Pintura de Guillermo Lorca

Mientras volvía a la colmena no echó la vista atrás. Las proteínas del semen del hombre alimentarían los miles de huevos que criaba en su interior y que permitirían la conquista del resto del planeta en un breve espacio de tiempo.

A fin de cuentas ¿Para qué se conquista otro planeta si no es para aprovecharse de la materia prima que en él se haya?

 

 

 

 

La escritora erótica Marietta Muunlaw publica sus «relatos para palpitar»

Lecturas Latentes...

  • TRAS LA ESTELA DE EROS, el segundo libro de la autora, es una cuidada selección de sus cuentos más sensuales

A la venta en Amazon

Tras el éxito obtenido con su polémica novela erótica Capricho de pelo rojo, la escritora Marietta Muunlaw acaba de publicar en Amazon su segundo libro: Tras la estela de Eros, relatos para palpitar, una cuidada selección de sus cuentos desbordantes de sensualidad y lirismo.

En esta publicación, Muunlaw se sirve del erotismo para elaborar una serie de historias sobre situaciones más o menos cotidianas, donde el sexo y todas sus consecuencias le sirven de telón de fondo para narrar relatos sobre las pasiones humanas más ancestrales.

Amores virtuales que terminan por hacerse realidad; ángeles que conocen el tormento y el placer de la carnalidad humana; una escritora de la que abusan sus propios personajes; sueños eróticos en el tren, en la playa o…

Ver la entrada original 480 palabras más

Se hace el amor añejo

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Tierno relato erótico de Marietta Muunlaw

Fotografía de Oskar Ostnes

–Gilberto.

–Hum –apenas sale un sonido gutural de su garganta.

–¿Recuerdas aquellos años en los que nos amábamos cada día, en cada lugar, durante horas? –dice Pepa con la vista perdida en el horizonte sin dejar de hacer su labor. Ya apenas ve, pero da igual, tantos años haciendo punto le han dado la maestría suficiente para que sus dedos continúen ágiles, capaces de tejer sin cesar.

–¿Cómo no voy a recordarlo? –contesta él sin inmutarse, recostado en el sillón de mimbre, con las manos cruzadas en el regazo. También mira al horizonte como quien mira el destino alejarse.

–¿Recuerdas aquellas noches eternas de verano en las que nos dejábamos la piel el uno sobre el otro?

–Claro.

–Y ¿Cuándo hacíamos el amor como salvajes pero en silencio para que los niños no se despertaran?

Él asiente levemente con la cabeza y ella continúa.

–Tenía que morderme en el brazo para no gemir –sus dedos arrugados paran un instante y su mente se pierde en un ayer remoto y reconfortante–. ¿Y aquel verano en el que lo hicimos cada atardecer bajo las palmeras de la cala de La Juntilla?

–¡Oh! Ya lo creo –Gilberto sonríe de medio lado– te movías como una gatita.

–Eras tú, que me embestías como un toro bravo con ese percebe siempre duro que te colgaba de las piernas.

–Ya no es más que una larva arrugada y diminuta –dice él sin pena, como si hablara de otra persona.

–Que si Pepa déjame darte placer, Pepa ven que te voy a llenar de amor, Pepa te voy a hacer otro hijo, Pepa por arriba, Pepa por abajo…

–Pepa por delante, Pepa por detrás –al viejo le sale una carcajada desde muy hondo y ella sonríe para adentro por el atrevimiento de su esposo.

–¡Qué tiempos! ¡Qué energía teníamos!

–Olías tan bien… como las flores recién abiertas.

–Ahora ya solo huelo a vieja.

–Ahora ya no tengo olfato, Pepa.

–Aunque no lo tengas, huelo a vieja.

–Y yo a viejo.

–Me gusta tu olor de viejo. Me acompaña.

Fotografía de Jorge Brivilati

–Como mis ronquidos –dejan que el silencio les acune los pensamientos durante un largo rato. Él prefiere callar pero sabe que su mujer no lo hará, que continuará masticando un dulce ayer como si fuera de chicle.

–Me has dado mucho placer, Gilberto.

–Nos lo hemos dado mutuamente.

–Durante años.

–Durante toda una vida.

Pasa un gato por la acera de enfrente, su silueta negra se recorta sobre el mar y ambos se quedan mirándolo, prefieren esperar a que se marche el intruso no sea que les oiga la conversación íntima.

–No hablábamos mucho pero nos hacíamos el amor –le recrimina ella.

–Sabes que soy hombre de pocas palabras.

–Nunca me dijiste que me querías –baja las manos dejando la labor sobre sus rodillas y lo mira con sus ojos velados–. ¿Por qué nunca me lo has dicho?

–No era necesario.

–¿Crees que no?

–No.

–Sí que lo era.

–No te lo he dicho con la voz, Pepa, pero te lo he tatuado con mi lengua sobre tu lengua cada vez que retozábamos juntos.

–Eso es cierto –ella suspira–. Has sido una bestia parda en la cama, Gilberto.

–Porque tú has sido una pantera fogosa que nunca me ha dicho que no.

Vuelven cada uno a sus recuerdos y se enfangan en ellos con deleite durante un rato. Sus vistas clavadas en el horizonte, sus cuerpos reposados y tranquilos. Pero a ella, cuando le da por hablar no hay quien la pare:

–Envejecer juntos…. Es una frase muy manida que parece que suena bien, pero desde esta perspectiva de los años ya no suena tan bien.

–Peor suena envejecer separados –de nuevo otro silencio que Pepa no rompe porque sabe de sobra que su esposo seguirá hablando–. O envejecer solos.

–Sí, eso es cierto –suspira de nuevo.

–¿Sabes qué, Pepa?

–¿Qué, Gilberto?

–Con tanto recuerdo se me ha despertado el percebe.

Una risilla juguetona sacude a la anciana. Ríe tapándose la mano con la boca como hacía de joven cada vez que las cosquillas se le instalaban entre las piernas.

No tienen que mirarse, ni que preguntarse. Ella deja las agujas de hacer punto a un lado y él se levanta despacio. Agarrándola de la mano, marchan sin prisa a la habitación.

Se desvisten despacio, se tocan con caricias lánguidas, se besan la piel arrugada con mesura, se miran por dentro y se sonríen con ese amor infinito que se ha cocinado a fuego lento durante miles de días. Esa tarde se aman con parsimonia y pasión contenida. Es curioso descubrir cómo cuando tenían todo el tiempo del mundo les acuciaba la prisa y, ahora que apenas les queda vida, nada les apresura.

La pasión de Gilberto continúa dura y enhiesta y la introduce en su esposa con lentitud, no sea que se les dañen los huesos en la batalla de viejas sábanas. Hacen el amor durante una hora y media, con templanza pero sin pausa, hasta que el placer les demuestra que hoy se aman como jamás se han amado. Se miran de frente mientras escuchaban cómo se aplacaba el ritmo de sus corazones cansados, más acelerados de lo conveniente a su edad.

En los ojos diminutos y casi ciegos de Pepa titila una pregunta que sus labios no se atreven a preguntar.

–Que sí, Pepa, que te amo. Te he amado siempre.

FIN

Si te ha gustado este cuento, puede que te guste TRAS LA ESTELA DE EROS.

3DBlog Tras la estela de Eros

La mano de Onán se queja

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Poesía erótica de Manuel del Cabral

Pintura de Marigela Pueyrredon

Yo soy el sexo de los condenados.

No el juguete de alcoba que economiza vida.

Yo soy la amante de los que no amaron.

Yo soy la esposa de los miserables.

Soy el minuto antes del suicida.

Sola de amor, mas nunca solitaria,

limitada de piel, saco raíces…

Se me llenan de ángeles los dedos,

se me llenan de sexos no tocados.

Me parezco al silencio de los héroes.

No trabajo con carne solamente…

Va más allá de digital mi oficio.

 

Pintura de Manolo Gallardo

En mi labor hay un obrero alto…

Un Quijote se ahoga entre mis dedos,

una novia también que no se tuvo.

Yo apenas soy violenta intermediaria,

porque tambien hay verso en mis temblores,

sonrisas que se cuajan en mi tacto,

misas que se derriten sin iglesias,

discursos fracasados que resbalan,

besos que bajan desde el cráneo a un dedo,

toda la tierra suave en un instante.

 

Pintura de Salvador Dalí

Es mi carne que huye de mi carne;

horizontes que saco de una gota,

una gota que junta

todos los ríos en mi piel, borrachos;

un goterón que trae

todas las aguas de un ciclón oculto,

todas las venas que prisión dejaron

y suben con un viento de licores

a mojarse de abismo en cada uña,

a sacarme la vida de mi muerte.

 

Es un bello poema de Manuel del Cabral. Espero que te haya gustado; es una visión muy personal –y poética– sobre el onanismo.

Puede que te guste este otro post sobre canción dedicada al onanismo.

El amor está borracho

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Relato by Marietta Muunlaw

Mi particular y humilde homenaje a Charles Bukowski y a su realismo sucio.

Retrato de Bukowski

Amalia era una puta que pasaba los cincuenta años y los noventa kilos. Menuda, oronda y algo marrana, ya apenas contaba con clientes y los que tenía le pagaban con botellas de whisky. Porque Amalia le daba a la bebida para que su mundo le fuera más confortable.

Aquella noche se había acabado la última gota de la última botella y creía que sería la última noche de su vida como no consiguiera bebida. Eran las dos de la madrugada y ya no había nada abierto y aunque lo hubiera, no le quedaba ni un duro.

Pintura de Lucian Freud

No estaba lo suficientemente borracha como para caer sobre el colchón y morir hasta el medio día y, lo que era peor, su mente aún era capaz de dictarle lo mal que le había ido en la vida. Se sentó frente al televisor y se engañó bebiendo vino barato de cartón, de ese que había quien no era capaz de usarlo ni para cocinar.

Llamaron a la puerta y, arrastrando los pies, fue a ver quien cojones era.

El del segundo b, un escritor borracho y drogadicto cuya vida iba aún peor que la suya.

–Mi querida Amalia, bella entre las bellas, vengo a comerte el coño –iba tan bebido que deformaba las últimas sílabas alargándolas.

–Lárgate Chinaski, ni en tus cuentos más guarros follabas hoy.

El escritor se había plantado frente a su puerta con una bata de invierno oscura, sucia y repleta de bolas; sin nada debajo. Era incapaz de mantenerse recto por la cantidad de alcohol que debía de correr por sus venas y se apoyaba en el quicio de la puerta para sostenerse. Venía descalzo y entre las abotonaduras de la bata sobresalía su endiablado percebe púrpura y palpitante pidiendo candela. Amalia lo miró de arriba abajo deteniendo sus ojos en aquel pollón que parecía avivarse con las borracheras. Pero aquella noche solo le apetecía beber, no follar, ni siquiera por caridad.

Ilustración de Andrés Casciani, inspirada en los escritos de Bukowski

–Venga, Amalia, sé que la has echado de menos –movió las caderas hacia los lados y la polla penduló triunfante, gorda, surcada por una vena negra a punto de reventar. Casi se cae al suelo, pero consiguió anclarse al marco de la puerta.

–No tengo el chocho para farolillos, Chinaski; vete de putas.

–Ni las putas me quieren, Amalia, eres la única princesa que me deja comerle el coño –como elemento triunfal sacó la otra mano que llevaba a la espalda y en la que llevaba una botella de whisky sin abrir, de las medio buenas. A Amalia se le abrieron mucho los ojos y un poco la entrepierna.

–Anda, pasa bribón, pero que conste que no me lavo el coño desde hace dos días y no voy a hacerlo ahora por ti.

–Bueno, yo no me lavo los dientes desde hace… ¿tres años? Puede que más… –sonrió enseñando una dentadura amarillenta y hedionda más digna de un cadáver que de un hombre vivo.

Amalia fue a la cocina y el invitado pudo contemplar la figura carnosa de su vecina embutida en un camisón de raso azul. Llevaba la redecilla de los rulos sobre la cabeza y sin saber porqué se le puso aún más dura. Ella se desplazaba por el pasillo arrastrando los pies y moviendo la grasa de su culo con pereza. Volvió con un par de vasos de duralex rayados donde sirvió el whisky caliente y ambos lo bebieron de un trago. Sirvió otros dos vasos que tragaron algo más despacio, sentados en los sofás hundidos y mugrientos, sin decirse nada.

Ilustración de Andrés Casciani inspirada en los escritos de Bukowski

Luego se fueron a la habitación y se tiraron a la cama deshecha de la que saltaron de mala gana un par de gatos romanos, tísicos y mugrientos . Chinaski le quitó las enormes bragas y le subió el camisón hasta el cuello. Le gustaban sus tetas inmensas y sebosas, aunque si hubiesen sido menudas le hubieran gustado igual. Mamó de ellas como si emanaran alcohol y después se bajó al coño. Tuvo que apartar con las manos la mata de pelo negro, fuerte y rizado que custodiaba aquel agujero del placer, pero, una vez encontrado, se deleitó en las mieles de Amalia, a la que, después de una rato, pareció empezar a gustarle. Cuanto más se mojaba la mujer más cachondo se ponía él, hasta que no pudo más y se la metió de golpe y hasta el fondo sin haberse quitado la bata. Pero por más larga y dura que la tuviese, el coño de Amalia era una cueva sin fin donde podía deleitarse el tiempo que quisiera y con la fuerza que quisiera.

Borrachos los dos, follaron como salvajes y se divirtieron como adolescentes. Entre orgasmo y orgasmo se servían más whisky hasta que cayeron, más ebrios que exhaustos, en un sueño pastoso y profundo.

Despertaron sobre las tres del medio día con truenos en la cabeza, la boca seca y la lengua de lija. Chinaski se puso la bata y se dispuso a marcharse.

–Anda borrachuzo –pidió quejosa Amalia– ponme otro vaso de whisky y méteme ese percebe endiablado que te cuelga entre las piernas una vez más, luego te largas y no vuelvas en tu puta vida.

Él sonrió, le sirvió un vaso que estaba en la mesilla y lo que quedaba en la botella se lo bebió a gallete y de un trago. Fue entrar en contacto el alcohol en su lengua y ponérsele más dura que un palo de escoba. Le abrió las piernas y acabó su tarea.

Sabía que estaba loca por él y que volvería a correrse entre sus carnes fláccidas las veces que quisiera. Solo tendría que llevar whisky.

 

Fotografía de Charles Bukowski

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¿Y qué tal si te erotizas con esto? Mucho sexo, ¿te atreves?:

Capricho de pelo rojo, de Marietta Muunlaw