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~ Lecturas latentes. Literatura erótica. Relatos para palpitar

Archivos de etiqueta: sexo oral

La reina

25 viernes Jul 2014

Posted by mariettamuunlaw in Erótico, Erotismo, Relato erótico

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amor fugaz, cuento erótico, Erótico, erotismo, literatura erótica, relato erótico, sexo oral

Relato de RGiskard

Se aproximó al hombre con una lujuria contenida desde hacía tiempo. Era su primera vez y él se encontraba como había solicitado: atado y sin posibilidad de usar las manos, para que fuese ella la que pudiese tener el control en todo momento.

Pintura de Guillermo Lorca

Comenzó lamiendo su cuerpo, observando como él cerraba los ojos mientras su lengua le recorría despacio y la saliva iba dejando un reguero a medida que se aproximaba a la entrepierna del macho, que ya se encontraba caliente fruto del trabajo que sus extremidades realizaban al mismo tiempo.

Sintió un brote de satisfacción y orgullo, cuando él no pudo evitar emitir un gemido al sentir el miembro atrapado por su boca. Sabía que lo estaba haciendo bien, pese a que le habían dicho que la primera vez era difícil conseguirlo.

Guillermo Lorca

Comenzó una serie de movimientos envolventes con la lengua y los labios, destinados a incrementar el priapismo de su presa, al tiempo que, tal y como le habían explicado, jugueteaba con el ano del muchacho provocando en este una erección más firme e intensa.

Por fin, cuando se dio cuenta de que le faltaba poco para perder el control, se montó sobre él. De un certero golpe introdujo la polla en su interior y la aprisionó entre sus paredes, comenzando una danza circular que llenó la estancia de placer y vicio.

Él la miraba asombrado, y una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, haciendo de contrapunto a los jadeos que emitía. Con la lengua lamió la gota antes de que resbalase fuera de la piel. El sabor salado la excitó aún más.

Susurró palabras de calma y placer, mientras comenzaba a rodear su cuello. Era un truco que no todas conocían, pero que como alumna aventajada había aprendido. La falta de oxígeno provocaría un aumento de la erección y, esperaba, una mayor descarga.

Sintió la pre eyaculación calentando su interior, y se movió con más intensidad pero menos control. Estaba cerca del momento y quería disfrutar por completo de las sensaciones de esa verga pétrea, poseyéndola de una manera que nunca hubiese imaginado; del vigor de la potencia viril; y de esa excitación que produce el sentirse completamente invadida.

Guillermo Lorca

Apretó más el cuello, centrándose en su nuca y buscando el cerebelo. La ausencia de aire en los pulmones hizo que su amante la penetrase con más intensidad y violencia. Sus caderas la golpeaban sin control y sentía sus testículos, repletos del preciado líquido, chocando contra ella.

Por fin el momento llegó. La eyaculación se desbordó y la lleno por completo. Había escogido bien para ser su primera vez. Aquel era un macho joven y su potencia había justificado la elección.

Observó su agitada respiración que se intercalaba sin parar con numerosas toses, y sin darle tiempo a reaccionar arrancó su cabeza y la devoró. Le habían dicho que el cerebro del ser humano era delicioso y pudo comprobar la certeza de la afirmación.

Pintura de Guillermo Lorca

Mientras volvía a la colmena no echó la vista atrás. Las proteínas del semen del hombre alimentarían los miles de huevos que criaba en su interior y que permitirían la conquista del resto del planeta en un breve espacio de tiempo.

A fin de cuentas ¿Para qué se conquista otro planeta si no es para aprovecharse de la materia prima que en él se haya?

 

 

 

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¿Repetimos?

07 viernes Mar 2014

Posted by mariettamuunlaw in Cuento Erótico, Literatura erótica, Relato erótico

≈ 2 comentarios

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amor, cuento erótico, Erótico, erotismo, lectura erótica, literatura erótica, relato erótico, sexo oral

Relato de @rgiskard1

Es de noche. Hace rato que la luz del sol nos abandonó y fue sustituida por esa oscuridad de la que somos cómplices, tan solo rota por el centelleo de unas velas que reflejan las sombras de tu figura, danzando en la pared de la habitación.

Hace un momento que dejaste deslizar tus ropas por tu cuerpo, cadenciosamente. Sin aspavientos. Te deleitabas mirando la lujuria reflejada en mis ojos, creciente a medida que desaparecía la tela que te cubría.

“Mira y no te muevas”.- me habías dicho. Y yo, obediente, permanecía inmóvil, notando cómo la excitación se iba apoderando de mi por momentos.

«De carne y sexo» pintura del chileno Christian Zamora Rojas

Te acercas despacio y te sientas sobre mis piernas. La tela del pantalón no impide que note tu incipiente humedad, y disimula de mala manera la erección que oculta. Cruzas los brazos alrededor de mi cuello y me susurras al oído “No me toques todavía”. Comienzas a besarme. Con besos cortos al principio. Besos livianos, casi frágiles, que me permiten degustar el sabor y el tacto de tus labios.

Mis manos permanecen estáticas, pero en estado de excitación. Tus pechos se pegan a los míos, permitiéndome gozar de su consistencia y tacto.

Los besos han traspasado la barrera de las bocas, y nuestras lenguas se enredan y desenredan en un bucle, alternándose con pequeños mordiscos y aprisionamiento de labios.

Haces resbalar tus brazos, hasta alcanzar mis manos y las llevas hacia tus nalgas. Las aprietas por encima y respondo agarrando tu culo.

Arqueas la cabeza, al tiempo que te aproximas más a mi, notando la verga que esconde el pantalón. Te mueves ligeramente a su alrededor, cuando mi boca se apodera de tu cuello y lo besa con lascivia y pasión.

Sujetas mi cabeza mientras vuelves a besar mi boca. Mis manos ascienden por tu cintura, con los pulgares hacia dentro, hasta llegar a la altura de tus senos. Juego a la vez con ellos y con tu espalda, gozando de la tersura de tu piel. Tus pezones se han endurecido al contacto con la yema del dedo, que los presiona y mueve en círculos.

Comienzas a desabrocharme la camisa. Tienes paciencia y te lo tomas con calma, dejando resbalar tus dedos por el vello corporal. Retiras la tela parcialmente, aprisionándome los brazos y limitando mis movimientos. Mis manos se sienten huérfanas de ti cuando desplazas tu lengua por mi cuello. Quisiera atraerte y abrazarte fuerte, pero no puedo si no ansiarte y gemir, hasta que, finalmente, me liberas de esa prisión, quintándome toda la camisa.

Te atrapo y vuelvo a besarte. Con una mano sujeto tu nuca. Con la otra acaricio, estrujo y aprisiono tu trasero. Notas mis dedos, buscando todo tipo de contacto. Moviéndose indistintamente por las nalgas, la espalda y los muslos.

Te desligas de mi beso, y buscas el cierre del pantalón. Bajas la cremallera y liberas mi falo, envolviéndolo con tus manos, que inician un suave movimiento longitudinal y ascendente.

Nos incorporamos y, como puedo, termino de desnudarme. Alejo tus manos del miembro y me arrodillo, dejando tu sexo sin protección frente a mi.

Comienzo a besar el pubis. Mis manos se pierden a tu espalda, atrayéndote. Mis primeros besos te hacen dar un respingo y separas tus piernas, permitiéndome avanzar. Mi lengua se desliza con gula, buscando tu clítoris, y paladeando el sabor de tu excitación.

Dejas la timidez a un lado y apoyas una pierna en la silla, dándome pleno acceso. Tus dedos se enroscan en mi pelo, masajeándolo y apretándome.

Juego con todo. Mis labios y mi lengua no dejan rincón sin explorar, a la vez que mis manos te magrean a discreción.

Se te acelera el pulso. Aumentan los gemidos. Tus caderas se mueven al ritmo que marca mi boca y tus manos aprisionan mi cabeza, hasta que finalmente explotas en un orgasmo embriagador. El olor de la cera de las velas, se mezcla con el aroma de tu placer.

Te recojo en brazos, y te tumbo sobre la cama, con las piernas sobresaliendo del colchón y alrededor de las mías. Te como con la vista, mientras permanezco de pie mostrándote toda mi masculinidad.  “Follame” – me dices mientras tu mirada me reta.

Entro en tu interior sin resistencia, y comienzo a moverme con ansia. Te deseo tanto y me he calentado hasta tal punto, que la pasión es irracional. Una de mis manos se dedica a tus senos. La otra eleva una pierna, incrementando la superficie de contacto, mientras mi pelvis se balancea acercándome y alejándome una y otra vez.

Aprietas tu interior, y noto como mi placer va en aumento. “Para”.- gimo.- “Aún no”, pero tú no haces caso de mis súplicas y te enroscas, y aprietas y me ofreces la boca, incorporándote, hasta que no aguanto más y me derramo en tu interior.

Permanecemos así, segundos que parecen horas y minutos que son años. Todavía dentro tuya, rodamos y quedamos en paralelo, disfrutando de los últimos estertores fálicos.

Nos besamos y nos acariciamos con ternura. Durante un largo rato el único lenguaje que se escucha es el de nuestros ojos.  Y el silencio solo se rompe cuando una voz dice “¿Repetimos?”

Si te ha gustado este relato, te gustará también: Tócala

Los matices de su lengua

22 miércoles Ene 2014

Posted by mariettamuunlaw in Cuento Erótico, Novela erótica, Relato erótico

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69, cuento erótico, Erótico, erotismo, lectura erótica, libro erótico, literatura erótica, novela erótica, porno, pornografía literaria, relato erótico, sexo oral

 “Uno más uno es 69″ (Raymon Quereau, escritor surrealista francés.)

69

Dibujo interpretativo del Kamasutra. India.

Volví a despertarme, esta vez no fue el sol, sino una oleada de placer sosegado que partía de las caricias que Pedro, muy laboriosamente, me hacía con la lengua en el pubis.

Era realmente impresionante la cantidad de matices del placer que Pedro era capaz de arrancarme. En mi duermevela, dejé que siguiera con sus caricias íntimas hasta que el corazón se me desbocó y la sangre se me envenenó de ansia de él. Le aparté de mi y le arranqué los calzones. Para entonces su polla era como un calabacín fresco, enhiesta y dura, terriblemente apetecible.

Me coloqué al revés sobre él, de rodillas; de forma que él quedó acostado bocarriba con la cabeza entre mis piernas y yo, desde esa postura, pude introducir todo su miembro en mi boca y chuparlo a placer, de arriba a abajo, mientras él seguía paladeándome con labios y lengua.

Me gustaba, me gustaba muchísimo y sabía que a él también. Cada vez que su lengua recorría mi clítoris, una descarga de energía placentera  circulaba por mi piel hasta instalarse en mis pezones y electrificarlos. Cuanto más me excitaba, más ganas de succionarle la verga me entraban y más rápido lo hacía; de tal forma que él iba soltado gemidos cálidos que yo sentía en el chocho y así el círculo vicioso se iba acelerando. Cada vez más excitados, nos comimos el uno al otro sin educación ni decoro. Pusimos en el plato manos, lengua y ruido.

Nuestras energías se fundieron tomando fuerza. La polla de Pedro se estaba poniendo tan dura que las venas se le marcaron de arriba a abajo. La mera idea de que me estallara en la boca me desquició; yo misma iba a explotarle a él en la cara.

Y así fue como mis convulsiones internas se tradujeron en las suyas externas. Mientras él paladeaba todo el placer que yo iba destilando, a mi se me llenaba la boca de su más íntima viscosidad, que tragaba y tragaba sin apenas dar abasto. Nos bebimos a sorbos de gozo, el uno al otro, sin tregua, sin descanso. Nos sorbimos el amor que nos sobraba para volver a reciclarlo en nuestros corazones.

Caímos rendidos el uno junto al otro. A veces creía que los excesos de temperatura a los que mi cuerpo se veía sometido por causa de Pedro no podían ser beneficiosos. Pero después me decía que mi cuerpo era fuerte y saludable y que podía aguantar tantos encuentros con Pedro como el suyo aguantara con el mío.

Fragmento del libro CAPRICHO DE PELO ROJO de Marietta Muunlaw que puedes adquirir aquí.

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