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TRAS LA ESTELA DE EROS, RELATOS PARA PALPITAR.
27 martes Ene 2015
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TRAS LA ESTELA DE EROS, RELATOS PARA PALPITAR.
22 miércoles Ene 2014
Posted Cuento Erótico, Novela erótica, Relato erótico
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“Uno más uno es 69″ (Raymon Quereau, escritor surrealista francés.)
Volví a despertarme, esta vez no fue el sol, sino una oleada de placer sosegado que partía de las caricias que Pedro, muy laboriosamente, me hacía con la lengua en el pubis.
Era realmente impresionante la cantidad de matices del placer que Pedro era capaz de arrancarme. En mi duermevela, dejé que siguiera con sus caricias íntimas hasta que el corazón se me desbocó y la sangre se me envenenó de ansia de él. Le aparté de mi y le arranqué los calzones. Para entonces su polla era como un calabacín fresco, enhiesta y dura, terriblemente apetecible.
Me coloqué al revés sobre él, de rodillas; de forma que él quedó acostado bocarriba con la cabeza entre mis piernas y yo, desde esa postura, pude introducir todo su miembro en mi boca y chuparlo a placer, de arriba a abajo, mientras él seguía paladeándome con labios y lengua.
Me gustaba, me gustaba muchísimo y sabía que a él también. Cada vez que su lengua recorría mi clítoris, una descarga de energía placentera circulaba por mi piel hasta instalarse en mis pezones y electrificarlos. Cuanto más me excitaba, más ganas de succionarle la verga me entraban y más rápido lo hacía; de tal forma que él iba soltado gemidos cálidos que yo sentía en el chocho y así el círculo vicioso se iba acelerando. Cada vez más excitados, nos comimos el uno al otro sin educación ni decoro. Pusimos en el plato manos, lengua y ruido.
Nuestras energías se fundieron tomando fuerza. La polla de Pedro se estaba poniendo tan dura que las venas se le marcaron de arriba a abajo. La mera idea de que me estallara en la boca me desquició; yo misma iba a explotarle a él en la cara.
Y así fue como mis convulsiones internas se tradujeron en las suyas externas. Mientras él paladeaba todo el placer que yo iba destilando, a mi se me llenaba la boca de su más íntima viscosidad, que tragaba y tragaba sin apenas dar abasto. Nos bebimos a sorbos de gozo, el uno al otro, sin tregua, sin descanso. Nos sorbimos el amor que nos sobraba para volver a reciclarlo en nuestros corazones.
Caímos rendidos el uno junto al otro. A veces creía que los excesos de temperatura a los que mi cuerpo se veía sometido por causa de Pedro no podían ser beneficiosos. Pero después me decía que mi cuerpo era fuerte y saludable y que podía aguantar tantos encuentros con Pedro como el suyo aguantara con el mío.
Fragmento del libro CAPRICHO DE PELO ROJO de Marietta Muunlaw que puedes adquirir aquí.
03 viernes Ene 2014
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Un pequeño haz de luz se colaba por uno de los ventanucos de la parte más alta del cobertizo, iluminando, como en un espectáculo solo hecho para mi, los tres cuerpos gimientes que se retorcían cual larvas unos sobre otros.
Los cabellos dorados de las condesas refulgían con la luz y sus rosados labios ensalivados brillaban con cada gemido. Sus cuerpos lechosos, propios de las señoritas de alta sociedad, se contorsionaban soeces, aprisionando la musculatura morena y soberbia del muchacho.
Noté como el corazón se me quebraba en el pecho y se resquebrajaba en dos. Por un instante creí que caería muerta al suelo del dolor, pero no ocurrió. Debí haber salido corriendo para no seguir contemplando la escena amatoria que tanto daño me estaba provocando, pero tampoco lo hice. Me quedé allí, impávida y curiosa, embebida del placer que sentían otros.
Supe, por primera vez en mi vida, lo tremendamente poderoso que es el morbo, capaz de superar al dolor más intenso, a la decencia y al respeto por uno mismo y por los demás.
Fui consciente de que podrían descubrirme observando, algo que podría dar lugar a situación bastante incómoda tanto por mi parte como por la de ellos y, sin embargo esa mera posibilidad me atrajo aún más hacia el espionaje.
Se encontraban los tres tumbados sobre la alfombra de paja. Él arqueaba la espalda con movimientos rítmicos y fuertes mientras abrazaba a una de las hermanas, que no pude saber quién era. La estaba penetrando con fuerza mientras ella lo abrazaba con sus piernas esbeltas y echaba la cabeza hacia atrás en un gesto que reflejaba el placer más absoluto. La otra muchacha estaba totalmente pegada a su espalda, como si de una segunda piel se tratase, siguiendo los mismos movimientos que él y acariciando por igual el cuerpo de su hermana y el de él. Le mordió con fuerza en el hombro y él soltó un gruñido de dolor. Desde mi posición pude comprobar la señal sangrante que los dientes de la mujer dejaron sobre el cuerpo de mi amado.
Cuando la hermana penetrada se derritió en su propio orgasmo, él extrajo de su cuerpo su pene triunfal y enhiesto, iluminado por aquel maldito rayo de luz, y dándose la vuelta lo introdujo con violencia en la carne de la gemela carnívora. Se movió aún más rápido que con la otra, sujetando con una mano las nalgas de la muchacha y con la otra su espalda, atrayéndola hacia él con ávida desesperación.
Ella aprovechó para morderle el otro hombro, esta vez sin soltarlo, y el muchacho echó hacia atrás la cabeza apretando la mandíbula en un gesto de dolor.
La putita penetrada gemía mientras le decía fóllame, fóllame más fuerte, ¿es que no puedes más fuerte?, venga fóllame como tú sabes.
A lo que él contestó con movimientos aún más violentos y bruscos. Algo pasó por su cabeza, porque se salió de ella y la obligó a ponerse a cuatro patas. Sin perder mucho el tiempo volvió a meterle su polla latente, a punto de reventar. Ella abrió la boca inconmensurablemente y soltó un grito ahogado mientras se le torcían los ojos del gusto.
Mi amado penetraba en su carne con una ansiedad impropia de un hombre decente. Si no hubiera sabido cómo eran las hermanas hubiera pensado que aquel acto era una violación en propia regla, pero sabía que el sexo duro era precisamente lo que le gustaba a las condesitas, y él se lo estaba dando.
Tenía que irme, sabía que no debía estar allí y, sin embargo, no pude separar mis ojos de la tórrida escena.
El cuerpo de la chica se tensó y de su boca de fresa se escapó un grito tan fuerte que podrían haberlo escuchado hasta en la estancia más recóndita del castillo. Cuando el chico se aseguró de que la muchacha disfrutaba de los últimos coletazos de placer, él mismo se dejó ir y comprobé cómo se le mudaba el rostro hacia ese gesto tan singular que solía hacer en el momento en el que eyaculaba. Duró al menos diez embestidas y se desplomó respirando con fuerza sobre el suelo, dejando a la otra aún a cuatro patas y jadeante.
Yo seguía mirando, no lo podía evitar, un morbo enfermizo me mantenía estática, sin poder moverme y sin pestañear.
*de la novela: Capricho de Pelo Rojo
26 jueves Dic 2013
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La mansión de los condes de Peñáriel encierra, desde tiempos inmemoriales, misterios sobre pasiones, erotismo y perversión. Todos más allá del condado hablan de lo que allí sucede, pero pocos conocen realmente lo que ocurre en el interior de sus muros.
Melibea, una ingenua y joven muchacha de aldea, entra a servir como criada en el castillo Peñáriel, donde descubrirá los placeres del sexo y del amor, así como los sinsabores de una vida de arduo trabajo y servidumbre. Su belleza, singular y explosiva, la convierte en el objeto de deseo de varios de los habitantes de la mansión.
Capricho de Pelo Rojo es, ante todo, una historia de amor intenso y de descubrimiento del deseo carnal. Pero en esta novela también se entretejen, varias tramas de pasión, venganzas, romances y traición, que la hacen amena y muy, muy caliente.