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~ Lecturas latentes. Literatura erótica. Relatos para palpitar

Archivos de etiqueta: pornografía literaria

El amor está borracho

04 viernes Jul 2014

Posted by mariettamuunlaw in Cuento Erótico, Literatura erótica, Realismo sucio, Relato erótico

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amor sucio, cuento erótico, Erótico, erotismo, literatura erótica, pornografía literaria, Realismo sucio, relato erótico

Relato by Marietta Muunlaw

Mi particular y humilde homenaje a Charles Bukowski y a su realismo sucio.

Retrato de Bukowski

Amalia era una puta que pasaba los cincuenta años y los noventa kilos. Menuda, oronda y algo marrana, ya apenas contaba con clientes y los que tenía le pagaban con botellas de whisky. Porque Amalia le daba a la bebida para que su mundo le fuera más confortable.

Aquella noche se había acabado la última gota de la última botella y creía que sería la última noche de su vida como no consiguiera bebida. Eran las dos de la madrugada y ya no había nada abierto y aunque lo hubiera, no le quedaba ni un duro.

Pintura de Lucian Freud

No estaba lo suficientemente borracha como para caer sobre el colchón y morir hasta el medio día y, lo que era peor, su mente aún era capaz de dictarle lo mal que le había ido en la vida. Se sentó frente al televisor y se engañó bebiendo vino barato de cartón, de ese que había quien no era capaz de usarlo ni para cocinar.

Llamaron a la puerta y, arrastrando los pies, fue a ver quien cojones era.

El del segundo b, un escritor borracho y drogadicto cuya vida iba aún peor que la suya.

–Mi querida Amalia, bella entre las bellas, vengo a comerte el coño –iba tan bebido que deformaba las últimas sílabas alargándolas.

–Lárgate Chinaski, ni en tus cuentos más guarros follabas hoy.

El escritor se había plantado frente a su puerta con una bata de invierno oscura, sucia y repleta de bolas; sin nada debajo. Era incapaz de mantenerse recto por la cantidad de alcohol que debía de correr por sus venas y se apoyaba en el quicio de la puerta para sostenerse. Venía descalzo y entre las abotonaduras de la bata sobresalía su endiablado percebe púrpura y palpitante pidiendo candela. Amalia lo miró de arriba abajo deteniendo sus ojos en aquel pollón que parecía avivarse con las borracheras. Pero aquella noche solo le apetecía beber, no follar, ni siquiera por caridad.

Ilustración de Andrés Casciani, inspirada en los escritos de Bukowski

–Venga, Amalia, sé que la has echado de menos –movió las caderas hacia los lados y la polla penduló triunfante, gorda, surcada por una vena negra a punto de reventar. Casi se cae al suelo, pero consiguió anclarse al marco de la puerta.

–No tengo el chocho para farolillos, Chinaski; vete de putas.

–Ni las putas me quieren, Amalia, eres la única princesa que me deja comerle el coño –como elemento triunfal sacó la otra mano que llevaba a la espalda y en la que llevaba una botella de whisky sin abrir, de las medio buenas. A Amalia se le abrieron mucho los ojos y un poco la entrepierna.

–Anda, pasa bribón, pero que conste que no me lavo el coño desde hace dos días y no voy a hacerlo ahora por ti.

–Bueno, yo no me lavo los dientes desde hace… ¿tres años? Puede que más… –sonrió enseñando una dentadura amarillenta y hedionda más digna de un cadáver que de un hombre vivo.

Amalia fue a la cocina y el invitado pudo contemplar la figura carnosa de su vecina embutida en un camisón de raso azul. Llevaba la redecilla de los rulos sobre la cabeza y sin saber porqué se le puso aún más dura. Ella se desplazaba por el pasillo arrastrando los pies y moviendo la grasa de su culo con pereza. Volvió con un par de vasos de duralex rayados donde sirvió el whisky caliente y ambos lo bebieron de un trago. Sirvió otros dos vasos que tragaron algo más despacio, sentados en los sofás hundidos y mugrientos, sin decirse nada.

Ilustración de Andrés Casciani inspirada en los escritos de Bukowski

Luego se fueron a la habitación y se tiraron a la cama deshecha de la que saltaron de mala gana un par de gatos romanos, tísicos y mugrientos . Chinaski le quitó las enormes bragas y le subió el camisón hasta el cuello. Le gustaban sus tetas inmensas y sebosas, aunque si hubiesen sido menudas le hubieran gustado igual. Mamó de ellas como si emanaran alcohol y después se bajó al coño. Tuvo que apartar con las manos la mata de pelo negro, fuerte y rizado que custodiaba aquel agujero del placer, pero, una vez encontrado, se deleitó en las mieles de Amalia, a la que, después de una rato, pareció empezar a gustarle. Cuanto más se mojaba la mujer más cachondo se ponía él, hasta que no pudo más y se la metió de golpe y hasta el fondo sin haberse quitado la bata. Pero por más larga y dura que la tuviese, el coño de Amalia era una cueva sin fin donde podía deleitarse el tiempo que quisiera y con la fuerza que quisiera.

Borrachos los dos, follaron como salvajes y se divirtieron como adolescentes. Entre orgasmo y orgasmo se servían más whisky hasta que cayeron, más ebrios que exhaustos, en un sueño pastoso y profundo.

Despertaron sobre las tres del medio día con truenos en la cabeza, la boca seca y la lengua de lija. Chinaski se puso la bata y se dispuso a marcharse.

–Anda borrachuzo –pidió quejosa Amalia– ponme otro vaso de whisky y méteme ese percebe endiablado que te cuelga entre las piernas una vez más, luego te largas y no vuelvas en tu puta vida.

Él sonrió, le sirvió un vaso que estaba en la mesilla y lo que quedaba en la botella se lo bebió a gallete y de un trago. Fue entrar en contacto el alcohol en su lengua y ponérsele más dura que un palo de escoba. Le abrió las piernas y acabó su tarea.

Sabía que estaba loca por él y que volvería a correrse entre sus carnes fláccidas las veces que quisiera. Solo tendría que llevar whisky.

 

Fotografía de Charles Bukowski

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¿Y qué tal si te erotizas con esto? Mucho sexo, ¿te atreves?:

Capricho de pelo rojo, de Marietta Muunlaw

Cumpliendo deseos

21 viernes Mar 2014

Posted by mariettamuunlaw in Literatura erótica, Relato erótico

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amor, Erótico, erotismo, lectura erótica, literatura erótica, pornografía literaria, relato erótico

 

Relato de Erica Jade

Medio desnuda. Sólo mi quimono corto de seda, el que tanto me gusta llevar en casa, y un pequeño tanga me cubren. Satisfecha. Saciada. Con una sonrisa de oreja a oreja porque aún le tengo en casa, y aunque cansado, sé que todavía está listo para algo más de este juego delicioso al que hemos estado jugando las últimas cuatro horas. Ha llegado después de semanas sin vernos con su misma actitud de siempre, pagado de sí mismo y con esa media sonrisa con la que parece estar guardando un secreto, algo que sólo él decide cuándo mostrar. Siempre me recuerda a un niño juguetón y codicioso que guarda su chocolatina favorita para decidir quién se merece compartirla.

Lo he dejado en la cama ronroneando, sin querer levantarse, perezoso, estirándose como un gato, y yo he puesto música tranquila que me resulta muy sensual y con la que a cada suave movimiento de mi cuerpo la seda me acaricia. Estoy preparando un batido de frutas que nos reponga del esfuerzo, pero mis sentidos están tan alerta que me olvido de lo que escucho sintiendo resbalar el zumo de los kiwis que tengo en las manos. Empiezo a cortar en pedacitos, despacio, para alargar la sensación del líquido resbalando entre mis dedos. Noto sus brazos alrededor de mi cintura y por encima de mi hombro le siento mirar lo que hago, cómo juego tocando la fruta y los regueros del zumo se deslizan bañando mi mano con riachuelos verdes.

Pintura erótica de Alexander Shubin

El sentirlo pegado a mí me llena de nuevo de esas emociones de las que mi cuerpo sigue bebiendo y disfrutando. La espera fue tan larga que la vibración corporal no termina de decrecer, se mantiene a un nivel que no somos capaces de disimular. Siento sus manos en mis caderas y su boca en mi cuello, intentando imitar con la lengua el efecto del zumo de la fruta en mis manos. Mi respiración se altera y siento mi boca abrirse, casi pidiendo en voz alta mientras cojo la sandía que tengo preparada. El zumo es rojo ahora, noto el líquido entre mis dedos, de nuevo, a la que vez que siento los suyos aflojando un poco el lazo y abriendo lo único que me cubre. Sus brazos me rodean de nuevo, pero esta vez cada una de sus manos se aventura hasta uno de mis pechos. Se posan, acarician, masajean, pellizcan y por un momento dejo mi tarea, me dejo caer sobre él apenas lo suficiente para volver a concentrarme en sentirle.

Se pega a mí y me giro buscando su boca. Vuelve a regalarme sus besos mordisqueando los labios y jugando un poco con su lengua. Aprovecho que está zalamero para jugar un poco con la fruta que tengo en las manos y meto un trocito de sandía entre nuestros labios. Los dos mordemos, hasta chupamos un poco intentando evitar el desperdicio del zumo pero no es posible y la risa se mezcla con las lenguas y la sandía. Me gira del todo y decide disfrutar del trozo de fruta que aún sostengo, aunque no sabría decir si en ese instante le gusta más la fruta o mi mano pues va lamiendo mis dedos, sujetándolos, mientras va deshaciendo la fruta en su boca y su lengua se encarga de limpiarme despacito, saboreando cada pequeña parcela de piel. Me ha buscado la mirada, esa mirada que me suele hipnotizar, con la que siempre consigue ponerme algo nerviosa, y que me reta esta vez.

Lee el relato completo aquí.

Los matices de su lengua

22 miércoles Ene 2014

Posted by mariettamuunlaw in Cuento Erótico, Novela erótica, Relato erótico

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69, cuento erótico, Erótico, erotismo, lectura erótica, libro erótico, literatura erótica, novela erótica, porno, pornografía literaria, relato erótico, sexo oral

 “Uno más uno es 69″ (Raymon Quereau, escritor surrealista francés.)

69

Dibujo interpretativo del Kamasutra. India.

Volví a despertarme, esta vez no fue el sol, sino una oleada de placer sosegado que partía de las caricias que Pedro, muy laboriosamente, me hacía con la lengua en el pubis.

Era realmente impresionante la cantidad de matices del placer que Pedro era capaz de arrancarme. En mi duermevela, dejé que siguiera con sus caricias íntimas hasta que el corazón se me desbocó y la sangre se me envenenó de ansia de él. Le aparté de mi y le arranqué los calzones. Para entonces su polla era como un calabacín fresco, enhiesta y dura, terriblemente apetecible.

Me coloqué al revés sobre él, de rodillas; de forma que él quedó acostado bocarriba con la cabeza entre mis piernas y yo, desde esa postura, pude introducir todo su miembro en mi boca y chuparlo a placer, de arriba a abajo, mientras él seguía paladeándome con labios y lengua.

Me gustaba, me gustaba muchísimo y sabía que a él también. Cada vez que su lengua recorría mi clítoris, una descarga de energía placentera  circulaba por mi piel hasta instalarse en mis pezones y electrificarlos. Cuanto más me excitaba, más ganas de succionarle la verga me entraban y más rápido lo hacía; de tal forma que él iba soltado gemidos cálidos que yo sentía en el chocho y así el círculo vicioso se iba acelerando. Cada vez más excitados, nos comimos el uno al otro sin educación ni decoro. Pusimos en el plato manos, lengua y ruido.

Nuestras energías se fundieron tomando fuerza. La polla de Pedro se estaba poniendo tan dura que las venas se le marcaron de arriba a abajo. La mera idea de que me estallara en la boca me desquició; yo misma iba a explotarle a él en la cara.

Y así fue como mis convulsiones internas se tradujeron en las suyas externas. Mientras él paladeaba todo el placer que yo iba destilando, a mi se me llenaba la boca de su más íntima viscosidad, que tragaba y tragaba sin apenas dar abasto. Nos bebimos a sorbos de gozo, el uno al otro, sin tregua, sin descanso. Nos sorbimos el amor que nos sobraba para volver a reciclarlo en nuestros corazones.

Caímos rendidos el uno junto al otro. A veces creía que los excesos de temperatura a los que mi cuerpo se veía sometido por causa de Pedro no podían ser beneficiosos. Pero después me decía que mi cuerpo era fuerte y saludable y que podía aguantar tantos encuentros con Pedro como el suyo aguantara con el mío.

Fragmento del libro CAPRICHO DE PELO ROJO de Marietta Muunlaw que puedes adquirir aquí.

Inocencia

10 viernes Ene 2014

Posted by mariettamuunlaw in Cuento Erótico, Relato erótico

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cuento erótico, Erótico, erotismo, lectura erótica, literatura erótica, porno, pornografía literaria, relato erótico

Relato erótico de Marietta Muunlaw.

(Va por ti, primo.)

Captura de pantalla 2014-01-10 a la(s) 23.25.25Todos me decían que era una niña y por edad realmente lo era, pero yo me sentía una mujer. Mientras mis amigas de clase jugaban con muñecas y dormían con peluches, yo miraba a los hombres y soñaba que me arrullaban en sus brazos.

Por supuesto que no sabía nada de sexo, pero comenzaba a interesarme.

Por aquel entonces, mi primo, que me llevaba tres años, era mi mejor compañía, mucho más que la de mis hermanos. Congeniábamos y nos llevábamos bien. Además, vivía dos casas más allá y solíamos ir juntos al colegio y jugar en la calle.

Una soporífera tarde de aburrimiento decidí ir a buscarlo a su casa. Estaba solo viendo algo en la tele.

–       ¿Qué estabas viendo? – le pregunté curiosa.

–       Nada, una peli – contestó evasivo.

–       ¿Qué peli? – insistí.

–       Nada que pueda interesarte, cosas de chicos.

–       Si es de chicos seguro que me interesa.

Conseguí engañarle y quitarle el mando del vídeo. Puse la película y logré entender que no quisiera contármelo. Estaba viendo una película porno, algo que yo ni siquiera sabía que existía. Me quedé con la boca abierta, llena de expectación ante las imágenes obscenas y adictivas que mostraba la pantalla.

–       Haaaala – exclamé – déjame que la vea contigo.

–       Mmmm – dudó, pero sabía lo testaruda que era – Bueno, vale, pero de esto ni una palabra a nadie ¿me entiendes? A nadie.

–       Qué sí jolín, entiendo.

Yo por entonces creía que hacer el amor era meterse un hombre y una mujer entre las sábanas, restregarse y darse unos cuantos besitos, pero aquella película me abrió los ojos a un mundo apasionante.

En la tele se mostraba cómo la mujer le comía un pene descomunal a un hombre totalmente depilado. Me moría de la curiosidad y, como teníamos confianza, quise saciar mi curiosidad haciéndole preguntas a mi primo.

–       Oye ¿tú la tienes así?

–       ¿Así cómo?

–       Así de grande y de pelada.

–       ¡Qué va! Los actores porno siempre tienen una polla gigante, los tíos normales la tenemos más… normal. Además, a mi aún me tiene que crecer. Y pelada… no, pero tampoco tengo mucho pelo ahí, todavía.

–       Oh ¿y qué le va a hacer ahora él?

–       Le va a comer el conejo, a las tías parece que les gusta mucho, o eso parece en las pelis ¿Ves? Mira qué cara pone y cómo gime.

–       Me están entrando cosquillas ahí – reconocí abiertamente con toda mi inocencia.

–       Sí, a mi también – contestó él, también inocente.

–       ¿Y ahora? ¿Qué hacen? – no me podía creer que lo que sucedía en la pantalla. El hombre metió su polla en el conejo de ella, era algo… totalmente nuevo para mi.

–       Pues están follando, haciendo el amor, eso es lo que hacen los mayores por las noches.

–       ¡Qué fuerte! ¿No?

–       Les gusta mucho, debe estar guay.

–       Sí, debe ser muy chulo. ¿Tú has hecho eso? – me parecía que sabía demasiado del tema.

–       ¡Qué va! ¿Cómo voy a follar yo a mi edad? Eso es cosa de mayores, lo que pasa es que he visto la peli varias veces. Se la pillé a mi hermano, pero no digas nada ¿eh?

–       Que noooo, pesado.

Me estaban entrando unas cosquillas tremendas entre las piernas, era algo radicalmente nuevo. Me dieron ganas de tocarme, pero me contuve. En el fondo deseaba ser yo la mujer de la pantalla, notar cómo me penetraba una polla así de grande y poner las mismas caras de placer que ponía la tipa. Fue cuando se me ocurrió la idea. Lo miré  con mi cara de inventar trastadas y se lo pregunté.

–       Oye ¿y si probamos nosotros?

–       ¿Hacer… eso?

–       Sí, no sé, por ver como es.

Vi cómo su cara se desfiguraba un poco, creo que se debatía entre si decirme que sí o que no. Estaba tanteando dentro de su mente si aquello estaba bien o mal. Le di otro empujoncito.

–       Si no nos gusta a alguno de los dos pues lo dejamos y ya está. Parece que a esos de la peli les está molando un montón – le dije persuasiva.

–        No sé tía, es que igual no está bien.

–       ¿Qué hay de malo?

–       Es que en mi clase no lo ha hecho nadie aún.

–       Es que no tenemos que decírselo a nadie.

En ese momento de la película, el hombre penetraba con ansia a la mujer y las caras de ambos eran todo un poema de placer. A los primeros planos de las caras se le iban intercalando planos cortos de la penetración en sí: la polla saliendo y entrando del chocho mojado, así como el movimiento bamboleante de las tetas de ella con cada envestida.

Mi primo miraba la tele, luego a mi. Tiempo después supe que estaba casi tan excitado o más que yo.Captura de pantalla 2014-01-10 a la(s) 23.33.33

–       Venga vale, vamos a probar, pero si te hago daño paramos.

–       Ok, o si te hago daño yo a ti.

Me quité las braguitas y me subí la falda del uniforme del colegio, dejando entrever mi pubis de bello incipiente. Él se quitó los pantalones y los calzoncillos y pude contemplar, por primera vez…

 

Puedes leer este relato completo en TRAS LA ESTELA DE EROS. Una recopilación de mis relatos más eróticos y sensuales que te hará palpitar.

¡A la venta el 12 de julio!

¡A la venta el 12 de julio!

 

 

Espío, aunque duela…

03 viernes Ene 2014

Posted by mariettamuunlaw in Novela erótica, Relato erótico

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Erótico, erotismo, libro erótico, literatura erótica, novela erótica, pornografía literaria, relato erótico

Un pequeño haz de luz se colaba por uno de los ventanucos de la parte más alta del cobertizo, iluminando, como en un espectáculo solo hecho para mi, los tres cuerpos gimientes que se retorcían cual larvas unos sobre otros.

Los cabellos dorados de las condesas refulgían con la luz y sus rosados labios ensalivados brillaban con cada gemido. Sus cuerpos lechosos, propios de las señoritas de alta sociedad, se contorsionaban soeces, aprisionando la musculatura morena y soberbia del muchacho.

Noté como el corazón se me quebraba en el pecho y se resquebrajaba en dos. Por un instante creí que caería muerta al suelo del dolor, pero no ocurrió. Debí haber salido corriendo para no seguir contemplando la escena amatoria que tanto daño me estaba provocando, pero tampoco lo hice. Me quedé allí, impávida y curiosa, embebida del placer que sentían otros.

Supe, por primera vez en mi vida, lo tremendamente poderoso que es el morbo, capaz de superar al dolor más intenso, a la decencia y al respeto por uno mismo y por los demás.

Fui consciente de que podrían descubrirme observando, algo que  podría dar lugar a situación bastante incómoda tanto por mi parte como por la de ellos y, sin embargo esa mera posibilidad me atrajo aún más hacia el espionaje.

Se encontraban los tres tumbados sobre la alfombra de paja. Él arqueaba la espalda con movimientos rítmicos y fuertes mientras abrazaba a una de las hermanas, que no pude saber quién era. La estaba penetrando con fuerza mientras ella lo abrazaba con sus piernas esbeltas y echaba la cabeza hacia atrás en un gesto que reflejaba el placer más absoluto. La otra muchacha estaba totalmente pegada a su espalda, como si de una segunda piel se tratase, siguiendo los mismos movimientos que él y acariciando por igual el cuerpo de su hermana y el de él. Le mordió con fuerza en el hombro y él soltó un gruñido de dolor. Desde mi posición pude comprobar la señal sangrante que los dientes de la mujer dejaron sobre el cuerpo de mi amado.

Cuando la hermana penetrada se derritió en su propio orgasmo, él extrajo de su cuerpo su pene triunfal y enhiesto, iluminado por aquel maldito rayo de luz, y dándose la vuelta lo introdujo con violencia en la carne de la gemela carnívora. Se movió aún más rápido que con la otra, sujetando con una mano las nalgas de la muchacha y con la otra su espalda, atrayéndola hacia él con ávida desesperación.

Ella aprovechó para morderle el otro hombro, esta vez sin soltarlo, y el muchacho echó hacia atrás la cabeza apretando la mandíbula en un gesto de dolor.

La putita penetrada gemía mientras le decía fóllame, fóllame más fuerte, ¿es que no puedes más fuerte?, venga fóllame como tú sabes.

A lo que él contestó con movimientos aún más violentos y bruscos. Algo pasó por su cabeza, porque se salió de ella y la obligó a ponerse a cuatro patas. Sin perder mucho el tiempo volvió a meterle su polla latente, a punto de reventar. Ella abrió la boca inconmensurablemente y soltó un grito ahogado mientras se le torcían los ojos del gusto.

Mi amado penetraba en su carne con una ansiedad impropia de un hombre decente. Si no hubiera sabido cómo eran las hermanas hubiera pensado que aquel acto era una violación en propia regla, pero sabía que el sexo duro era precisamente lo que le gustaba a las condesitas, y él se lo estaba dando.

Tenía que irme, sabía que no debía estar allí y, sin embargo, no pude separar mis ojos de la tórrida escena.

El cuerpo de la chica se tensó y de su boca de fresa se escapó un grito tan fuerte que podrían haberlo escuchado hasta en la estancia más recóndita del castillo. Cuando el chico se aseguró de que la muchacha disfrutaba de los últimos coletazos de placer, él mismo se dejó ir y comprobé cómo se le mudaba el rostro hacia ese gesto tan singular que solía hacer en el momento en el que eyaculaba. Duró al menos diez embestidas y se desplomó respirando con fuerza sobre el suelo, dejando a la otra aún a cuatro patas y jadeante.

Yo seguía mirando, no lo podía evitar, un morbo enfermizo me mantenía estática, sin poder moverme y sin pestañear.

*de la novela: Capricho de Pelo Rojo

Sinopsis de Capricho de Pelo Rojo

26 jueves Dic 2013

Posted by mariettamuunlaw in Novela erótica

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amor, ebook, Erótico, erotismo, lectura erótica, libro, libro erótico, literatura erótica, misterio, novela erótica, porno, pornografía literaria, que leer, romance, sinopsis

La mansión de los condes de Peñáriel encierra, desde tiempos inmemoriales, misterios sobre pasiones, erotismo y perversión. Todos más allá del condado hablan de lo que allí sucede, pero pocos conocen realmente lo que ocurre en el interior de sus muros.

Melibea, una ingenua y joven muchacha de aldea, entra a servir como criada en el castillo Peñáriel, donde descubrirá los placeres del sexo y del amor, así como los sinsabores de una vida de arduo trabajo y servidumbre. Su belleza, singular y explosiva, la convierte en el objeto de deseo de varios de los habitantes de la mansión.

Capricho de Pelo Rojo es, ante todo, una historia de amor intenso y de descubrimiento del deseo carnal. Pero en esta novela también se entretejen, varias tramas de pasión, venganzas, romances y traición, que la hacen amena y muy, muy caliente.

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